domingo, 30 de septiembre de 2012

Alguien.

De nuevo alguien llega sin ser llamado abriendo aquella puerta y destrozando a cada paso, de nuevo alguien que tiñe aquel lugar, antes gris ceniza, color desesperanza.
"No cierres la puerta pero abandónala a su suerte,
hazlo con descuido pero no causes su muerte.
Necesito aquel lugar color olvido para negar al tú cruel,
donde ya no existes tú ni tampoco creo en él.
Rehuyo al recuerdo del tú reciente,
yacerás en mi futuro por matarme en el presente."

miércoles, 4 de julio de 2012

No.

Donde los sentimientos muertos acogedor el lugar parece.
No sonreir por desear ser triste.
No vivir por desear ser muerte de infinita vida.

Allí existen: En su mundo, en mi mundo.

Existe el miedo, lo siento. El amor no está, lo sufro. Aquellas sombras ahora brillan con luz propia y me llevan donde no seré encontrado, donde solo ser sombra no quiero.
Ya no hay aire. El calor y el fuego no pertenecen a ese mundo. Su mundo. Mi mundo.

Habla Silencio

Solo quien sabe de la muerte, comprende las palabras que Silencio grita como melodia del acábosa, que solo canta otro comienzo. Solo así conocen ellos mismos a sus silencios, sus silencios a la melodía y la melodía a la muerte.

El no-principio del final.

Triste nace lo que ya se acaba. Se apaga. Muere el fuego de aquel que ya no siente. Consumido es por su llama. Vuelan las cenizas que gris tiñen a su paso. "Ausentes ataduras. Bienvenida libertad" aparece escrito en ese muro que intentó ser escombro y no pudo, que intentó ser aire y no logró, hasta ser tan aceptado como el final de aquello que nunca comenzó.

Miedo, muerte y amor.

Dice que no sabe del miedo de la muerte del amor.
Dice que tiene miedo de la muerte del amor.
Dice que el amor es muerte, es miedo.
Dice que la muerte es miedo, es amor.
Dice que no sabe lo que dice, no comprende, solo dice.
Solo dice aterrado por el miedo de la muerte del amor

martes, 15 de mayo de 2012

El hombre que no vió a nadie.

Había una vez un hombre en el Reino de Qi que tenía sed de oro. Una mañana se vistió con elegancia y se fue a la plaza. Apenas llegó al puesto del comerciante en oro, se apoderó de una pieza y se escabulló.
El oficial que lo aprehendió le preguntó:
 - ¿Por qué robo el oro en presencia de tanta gente?
 - Cuando tomé el oro – contestó –, no vi a nadie. No vi más que el oro.